miércoles, 26 de septiembre de 2012

SALVAR A LA HUMANIDAD

Chávez proclama la necesidad de salvar a la humanidad, es uno de los puntos históricos del programa de gobierno bolivariano. El candidato del capitalismo se burla, desestima la visión de altura, convoca al pensamiento corto, mezquino, y a la vez suicida. La situación describe el terrible dilema que hoy confronta la sociedad venezolana. Veamos.

¡La humanidad está en peligro de extinción! Esta no es una afirmación de Chávez, es la angustia de los organismos internacionales y de las mentes más brillantes del planeta. Los más autorizados científicos coinciden en el peligro de extinción que la especie, la vida, corren: el desajuste climático, la contaminación bestial, la desertización, las migraciones forzadas, la vida sin sentido y el vacío de la existencia, conducen a la depresión psíquica, a un problema de salud pública, a una epidemia. Todo conforma una situación de profunda crisis.

Frente a la crisis hay tres posiciones principales:

Los que la ignoran, la desestiman, son los engañados, los manipulados, van por el mundo ignorantes del peligro que corren, satisfechos con sus pequeñas conquistas, quizá un carro, una cuenta de ahorro que les da seguridad y les eleva el ego hasta que llegue la cuenta de la clínica privada. Estos sienten el cambio climático, la presión de los depauperados, pero son incapaces de relacionarlos con el sistema capitalista.

Otros son los partidarios del sistema capitalista, sus voceros tienen como función engañar al pueblo, distraerlo del grave peligro que genera el capitalismo, defienden al sistema. Dicen que sólo debemos preocuparnos de los pequeños problemas, de la basura, la falta de agua, los alimentos caros, la falta de electricidad, la inseguridad. Evitan a toda costa que las dificultades se relacionen con el sistema capitalista. Son cómplices del genocidio que se está cometiendo contra la vida planetaria, son coautores del asesinato, lo hacen con desvergüenza.

capriles pertenece a este último grupo, un supuesto gobierno de este sifrino, cuya falta de inteligencia, de estatura de estadista, es una amenaza para la humanidad, contribuiría al desastre ecológico que hoy confrontamos, su falta de visión impediría dar el salto que salvaría a la especie. Con él ni siquiera se podrían resolver los pequeños problemas de la vida diaria.

El tercer grupo son los socialistas, entienden que hay un grave peligro de extinción de la vida, que nos aproximamos al punto de no retorno y saben que la única manera de salvarnos es cambiando radicalmente nuestra manera de vivir, modificar nuestro consumo, la producción y las necesidades, recuperar la relación amorosa del humano entre sí y de éste con la naturaleza. Dotar a la existencia de contenido, de razones sagradas por las cuales luchar, por las cuales vivir. En resumidas palabras, vivir en Socialismo, superar el capitalismo asesino y suicida.

La estulticia de capriles, del candidato de la muerte, cuando este cobero se burla de la amenaza que se cierne sobre nosotros, está llamando a los hombres sensatos de Venezuela a votar por Chávez, a mantener viva la esperanza.

Pocas veces Venezuela había estado tan amenazada como ahora con las pretensiones de capriles y sus cómplices, están jugando a la política sin ningún escrúpulo, con bajísimo conocimiento y poquísima inteligencia. Aplicarán un paquetazo, un proyecto neoliberal, se colocarán del lado de los heraldos de la muerte, los que conducen a la humanidad a la extinción.

capriles y su combo son una amenaza para Venezuela, para todos, sin distingos de ninguna especie: ricos y pobres, mujeres, viejos y niños, todos estamos amenazados con capriles.

Si capriles gana, ¡Dios no lo quiera!, aplicará el paquete que nos condujo al 27 de febrero. Para hacerlo tendrá que someter al país a la represión más brutal que se haya conocido por estas tierras. El proyecto económico de la mud, que es plegarse al capitalismo mundial, hundirse en la crisis que padece, se expresa en lo político con una "terapia de shock".

El país será sumergido en condiciones de inseguridad extrema. Por un lado el gobierno fascista desatado queriendo arreglar todo con represión, volverán los días del gas lacrimógeno, de la pólvora como operador político. Por otro lado, surgirá la más pavorosa inseguridad de las entrañas de la miseria causada por los planes del proyecto capriles. Serán días terribles, nadie estará tranquilo, nadie podrá dormir en paz, la sociedad toda se desquiciará.

Si capriles pierde por pocos votos, activarán su plan B, de violencia, desacato y nadie sabe dónde terminará lo que comiencen irresponsablemente el 8.

Si capriles pierde por muchos votos, no podrán reclamar fraude, entonces los más recatados, los más sensatos, tendrán argumentos para desactivar la bomba que significa la irresponsabilidad de los sifrinos y podremos preservar la paz.

Es así, capriles es una amenaza para la nación y para la humanidad, ni obama, ni romney se atreven a decir las barbaridades que él dice. De todo este experimento fallido de la derecha debe quedarle una experiencia: no es posible dejar el timón a gente inexperta, es un peligro para todos. Estos muchachos jugando a la política y a la guerrita pueden, en su locura y su inexperiencia, destrozar todo el cuadro político, sumergirnos en oscura noche fascista. Ya acabaron con la mesa, todos los días ocurren deserciones de gente que no tiene entrañas para acompañar al fascismo en sus andanzas, asustada por la crueldad que estos patoteros planifican para el país, que piensan que una cosa es salir de Chávez y otra es acabar con el país.

De todo esto se desprende que el voto por Chávez es el voto por la Patria, por la vida, y eso no es un mero slogan publicitario, la consigna resume la situación nacional y mundial. El que no vote por Chávez no quiere a su país, el odio lo enceguece. El que vote por Chávez está guiado por grandes sentimientos de amor.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

EL HOMBRE DE LA TRANSICIÓN

Marx nos dice: "la condición humana es la relación social". Ortega y Gasset, el filósofo  español,  asentó: "Yo soy yo y mi circunstancia". Es así, el humano pensante ha entendido que él y las circunstancias forman una unidad, con contradicciones, con armonías, pero siempre uno.

Del anterior pensamiento surge una serie de preguntas: ¿Hasta dónde se puede modificar la relación hombre-sociedad, cómo? ¿Puede el hombre escaparse a ella? ¿Cómo conocerla? ¿Cómo se manifiesta la relación entre el hombre y la sociedad? ¿Puede el hombre prepararse para la modificación? Ensayemos algunas reflexiones.

En la política, y en su otra cara, la economía, que nos interesa mucho en estos días, se evidencia la relación hombre-sociedad (circunstancia). Pensemos en cómo actúan los políticos, hasta qué punto influyen en ellos las relaciones sociales, y hasta dónde llega su libre albedrío, hasta qué punto son sólo la personificación de un proyecto, de unos intereses.

Pensemos en obama, por ejemplo, ¿podía actuar diferente a cómo actuó? Preguntémonos lo mismo de rajoy, zapatero, lula. Pensemos en un ultra millonario como bill gates, ¿por qué no reparte su dinero? o en los banqueros ¿por qué no hacen prestamos sin intereses?  ¿Qué piensan, qué determina su pensamiento, cómo lo justifican?

Las preguntas pueden ser infinitas, las respuestas han angustiado al hombre desde lo profundo de la historia, han provocado muchísimas discrepancias. Intentemos aproximaciones.

El sistema capitalista es un conjunto de relaciones, de intereses, de necesidades que como  una tela de araña va atrapando al humano, lo moldea a su imagen y semejanza, lo convierte en una pieza de su interés, lo coloniza y lo transmuta en una personalización del capitalismo. Podemos resumir diciendo que el sistema capitalista se sustenta en humanos capitalistas, sistema y hombre forman una unidad.

El sistema capitalista para funcionar necesita producir mercancías que se realicen en el mercado, es decir, que se vendan, de esta manera realiza la explotación del trabajador.

Debe producir, además, con el mayor beneficio posible, por eso debe adecuar las necesidades de la sociedad a su producción, crear necesidades que maximicen el beneficio para el capitalista. No produce lo que la sociedad naturalmente necesita, sino que crea necesidades que determinen la producción con alto beneficio para el capitalista. De esta manera el capital toma el control de la Sociedad y el humano pasa a ser un manejado, la mercancía, como un fetiche, dirige a la sociedad, el capital es un nuevo dios.

La Política y los políticos en el capitalismo están sumergidos en esta pérdida de la personalidad, están al servicio del mundo de las mercancías, no al servicio del hombre.

El Socialismo pretende zafarse de esta situación de enajenación, cambiar la sociedad, cambiar las circunstancias del hombre. La tarea tiene dificultades: opera en la sociedad enajenada, debe captar a los hombres alienados para la causa del cambio, para el renacer de una nueva sociedad, el período de transición se realiza con hombres de la transición habitados por lo viejo, contradictorios. La tarea es descomunal, pero es posible.

Ya está claro el verdadero discurso de capriles y de la mesa de unidad: es el capitalismo. ¿A este programa qué opone el chavismo? La respuesta parece directa: el Socialismo. Sin embargo, son importantes algunas precisiones. Veamos.

El capitalismo que nos propone capriles es el capitalismo maduro, hacia allá tienden todas las formas nosocialistas por más bondadosas que parezcan. Es así, el capitalismo en cualquiera de sus fases crea una mentalidad egoísta, deforma la visión de la vida, nos transforma en cosas, nos mecaniza e insensibiliza. Recordemos aquel chinito que para comprarse un electrónico vendió una parte de su cuerpo, o la niña atropellada cuyo cadáver permaneció tirado en la calle frente a la indiferencia de los hombres-mercancías.

Al iniciar el camino del capitalismo, en cualquiera de sus versiones, por cualquier sociedad, con cualquier excusa, se va creando un mundo deshumanizado, el de las cosas, y al final del camino encontramos los hombres-mercancías.  Encontramos el capitalismo maduro engarzado con el imperio mundial de la muerte, el proyecto que capriles nos propone, el mismo de la Europa devastada, la de los suicidios, de las emigraciones vergonzosas. El mismo de los gringos que vampirizan al mundo pero se les acaba el tiempo con deuda descomunal, crisis estructural que amenaza con ser definitiva.

El capitalismo, ingenuo o salvaje, cualquiera sea su versión, necesariamente camina hacia un remedo de la forma más evolucionada de este sistema. Así pasa con China, Brasil, grotescas imitaciones de lo peor de los países del norte, acumulando capital y también conciencia egoísta, de millonarios groseros enriquecidos con el sudor y la desdicha de sus hermanos.

Lo anterior es una ley corroborada por la historia. Los ensayos capitalistas imitan las formas más evolucionadas del sistema, aunque de manera deformada, monstruosa, con sus vicios en grotesca mezcla con sus virtudes: el celular con sus miserias, el carrote con el rancho, con su lastre de esclavitud y deformación del humano.

El proyecto Bolivariano, y he allí su inmenso valor, es la posibilidad de romper con el capitalismo definitivamente. Esta es su diferencia esencial con el proyecto de la oligarquía, del imperio. Mantener esa posibilidad es la tarea más importante de los revolucionarios en los pocos días que nos separan de las elecciones de octubre.

Después, la tarea más importante será hacer de nuestro socialismo incipiente, bamboleante, indeciso, un Socialismo fuerte, nítido, donde las formas capitalistas sean vestigio, la conducta egoísta se reduzca cada día, y la relación humana sea de fraternidad y no de guerra. Donde las teorías que coquetean con formas capitalistas sean desechadas, las soluciones de los males de la sociedad se resuelvan con más Socialismo, y las herramientas melladas del capitalismo sean consideradas de alto peligro para la tarea socialista. Donde, en definitiva, el hombre recupere su condición humana, su puesto en la sinfonía de la vida, su armonía con el resto del planeta.

Lo primero es existir, que exista la oportunidad, por eso votar por Chávez, salvar la Patria, es un deber.

lunes, 10 de septiembre de 2012

EL CENTRO DE LA BATALLA: PDVSA


Los tanques pensantes gringos se dieron cuenta que es en PDVSA donde tiene que ocurrir la principal batalla política e ideológica de la Revolución Bolivariana, temprano enfilaron sus baterías contra la industria.

La historia de esta Revolución no puede escribirse sin uno de sus protagonistas principales: PDVSA. Podemos afirmar que la vida de la Revolución gira alrededor del petróleo.

Siempre PDVSA fue un baluarte gringo usado para robarse el petróleo y como garante de la docilidad de la población sometida. En la etapa Revolucionaria, después que los humildes capturan el poder político, la compañía desarrolla activo papel en la disputa del gobierno, en la pretensión restauradora. Es así, la mayor agresión a la Revolución provino de las entrañas petroleras. El triunfo revolucionario en el sabotaje petrolero fue el inicio de una nueva etapa en la historia Venezolana: los humildes tomaron control del principal recurso del país, ahora contaban con fuerza para concretar el sueño de un nuevo mundo.

La petrolera desde ese momento está bajo fuego cruzado: por un lado están las fuerzas externas, las viudas de la meritocracia saboteadora y vendepatria, y en lo interno, la incomprensión de unos y las ideologías nosocialistas de otros. No hay dudas, la petrolera es el territorio de las principales confrontaciones políticas.

Las poderosas fuerzas externas arremeten en dos frentes que se complementan: uno, la brutal campaña mediática, difícilmente se consigue en el mundo una compañía sometida a tal asedio: periódicos, televisoras, radios, discursos, universidades, todos en cayapa contra la compañía, sus directivos y su presidente.

El otro, menos evidente, más sutil, dota a la manipulación mediática de elementos materiales, aquí se inscriben las acciones de boicot, derrames, incendios y, recientemente, no tenemos la menor duda, el fino ataque a la refinería de Amuay. No olvidemos que el mejor ataque es el que no deja huellas, el que simula un accidente. El imperio es maestro en crímenes encubiertos: allí están los magnicidios de Arafat, Allende, Kennedy, Torrijos... casi a medio siglo de distancia aún no sabemos con certeza que pasó. Todavía, a doscientos años, buscamos develar el asesinato del Libertador.

Había que causarle bajas a PDVSA, y vino el ataque encubierto, el accidente simulado, cuya autoría se develará cuando desclasifiquen los documentos del pentágono gringo, los archivos del mossad, o los servicios europeos. Entonces será tarde.

La agresión interna parece menos cruenta, pasa desapercibida, es silenciosa, por eso tiene capacidad de hacer más daño, cuando su efecto se hace evidente ya es tarde para remediarlo. Aparenta ser una inocente lucha de argumentos, pero tiene inmensas repercusiones prácticas: determina el destino de la Revolución.

Es la clase obrera petrolera el principal combatiente en esta batalla. Es la única fuerza capaz de vencer en todos los frentes donde se presente la contienda. Es la clase destinada a construir el futuro. Con Chávez existe esa posibilidad, no la desperdiciemos por la ignorancia o por la mezquindad.

Cuando oímos a un dirigente sindical vociferar que los obreros apoyan a Chávez porque con él han conseguido muchos beneficios materiales, cuando se mide la Revolución sólo por lo material que nos proporciona, nos preocupamos. El apoyo así sustentado alegra en lo inmediato pero también está cavando la sepultura de la Revolución. Veamos.

Es claro que algunos no le darán importancia al asunto, dirán "si nos beneficia ahora qué importa mañana, después ya veremos." A estos los podemos clasificar de oportunistas, y ya sabemos dónde terminan: van directo al trasero de los dominantes. Los albañales de la historia están repletos de proyectos revolucionarios comidos por el oportunismo. El inmediatismo es el camino más corto al patíbulo.

Pero ¿cuál es el problema del oportunismo economicista? Entendido como la búsqueda de la recompensa material por encima de cualquier valor, esta suerte de mercenarismo es voluble, carece de firmeza estratégica, no tiene más ética que el beneficio inmediato: un día recibe a un candidato y al siguiente aplaude al contrario que le ofreció un poquito más. El beneficio material es su divisa, lo demás no cuenta.

De esta manera la combatividad de la clase obrera se reduce a la venta de la fuerza de trabajo. El obrero sigue siendo una mercancía explotada, la lógica capitalista se vigoriza. Así, la indispensable fuerza creadora de la clase obrera se diluye en el espejismo de unos beneficios materiales que no remedian su condición de alienado, de hombre-mercancía, aplastado, condenado a una vida miserable con distracciones opiáceas que mitigan la existencia vacía.

La adhesiones impelidas por la recompensa material crean conciencia de mercenario, nunca la espiritualidad necesaria para construir un nuevo mundo, el Socialismo. Un intento socialista asentado sobre esta frágil base, sin profundidad estratégica, se derrumbará a la primera dificultad.

En la clase obrera ocurre la disputa más importante de la Revolución Bolivariana, allí se pugna por definir su teoría y su práctica, el papel que ella debe cumplir en este momento histórico. En esta disputa existen dos discursos principales: el discurso del economicismo, del énfasis en los beneficios materiales y que éstos sean la medida de todo. Esta posición capitalista se enfrenta al intento de elevar la conciencia de la clase, que asuma su papel histórico y comprenda que sólo podrá liberarse si libera a toda la sociedad del trabajo enajenado, que hace del hombre un ser extraño al producto de su trabajo, que sólo enriquece a unos privilegiados.

El momento es estelar. Debemos alegrarnos, ahora en las reuniones obreras aparece el discurso que llama a la conciencia, la discusión está abierta, el choque sucede. De cómo se resuelva esa batalla depende el rumbo de la Revolución.

El momento es promisorio, vivimos tiempos de definición y, como nunca antes, la idea revolucionaria y la capacidad de concretarla son una posibilidad cierta. Ahora la clase obrera está preparada para que sus combates signifiquen la profundización real del Socialismo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

REVOLUCIÓN OBRERA


Una clase social puede tener potencialidades para serlo y, simultáneamente, no saberlo. Los clásicos explicaron muy bien esta rara situación: una clase social es "en sí" -se refiere a su existencia, a su ubicación en la sociedad-. Y esa misma clase es "para sí" cuando toma conciencia de su situación y del papel que la historia le reserva. De aquí se desprende que una clase puede ser una por su existencia y puede ser otra por su conciencia. Lo anterior se aplica a la clase obrera venezolana.

La clase obrera se hace verdaderamente obrera cuando construye un proyecto de sociedad y lucha por aplicarlo, cuando interviene en política, entendida ésta como los asuntos del poder, de la dirección de la sociedad. Cuando la clase obrera confina sus luchas sólo a lo reivindicativo, al economicismo, entonces en política está necesariamente al servicio de los proyectos explotadores de otras clases. Es una clase "en sí", pero su conciencia pertenece al sistema dominante, está al servicio de sus verdugos. En Venezuela la clase obrera vive esta situación. Veamos.

Con la llegada al poder del Comandante Chávez se abrió un período de posibilidades revolucionarias. Ni los Revolucionarios ni la clase obrera hemos estado a la altura de esta realidad.

Unos se quedaron esperando que Lenin apareciera en escena, otros que Fidel bajara de la Sierra Maestra, no entendieron las peculiaridades de cada Revolución, no tuvieron la inteligencia y la grandeza de aceptar a Chávez como el líder de la Revolución Venezolana. Lo correcto era participar en la gran batalla interna, en la disputa que se abría por la conducción del proceso. Otros tomaron la vía del oportunismo y acompañaron al proceso con la vista puesta en engordar su cartera. Algunos fueron con su aureola de viejos combatientes pero cansados en las ideas, impotentes no supieron, no pudieron aportar al rumbo revolucionario. Algunos refugiados en utopías inoperantes plantearon atajos que conducen al extravío.  

En estas circunstancias la batalla principal en la Revolución se escenificó entre la intuición, la calidad amorosa, el sentido patriótico del Comandante, núcleo de la Revolución, contra la derecha interna y externa. La primera, intentando morigerar, mimetizada de revolución, con retórica fuerte y práctica de gelatina, conciliadora. La externa, brutal en sus acciones, saboteadora, golpista, fascista y, simultáneamente, refugiada en una legalidad que no respeta.

Entre tanto, la clase obrera, con toda su potencialidad, mostró su fuerza en abril y diciembre, defendió la oportunidad revolucionaria, pero no tiene la fuerza que le daría entender su papel histórico. Después de esas batallas victoriosas regresa inmediatamente a las trincheras del economicismo o al invento desfasado, sus dirigentes, incapaces de superar el reivindicativismo, de plantearse la meta de liberar al trabajo, se enclaustran en su pequeño horizonte, protegen su prestigio de gestores y dejan la lucha grande, la de la conducción de la sociedad, en manos de las clases dominantes, de la improvisación. De esta manera debilitan la Revolución.

La Revolución Bolivariana necesita con urgencia vital una Revolución dentro de la clase obrera. Veamos.

En Venezuela vivimos la rara oportunidad de poder avanzar hacia el Socialismo. Esto es sin duda un milagro en este planeta narcotizado por los vapores del capitalismo, que se debate en medio de una crisis incapaz de percibirla terminal, donde la clase obrera de los países desarrollados está espiritualmente colonizada, un mundo, en el que el fascismo surge como el arma para solventar la crisis. En resumen, un mundo sin esperanzas, sin visión de futuro, carcomido por la inmediatez.

La posibilidad de ir hacia el Socialismo es un bien que estamos en el deber de mantener, de esta posibilidad depende el destino de la vida de todos.

¿En esta situación cuál debe ser el papel de la clase obrera?

Lo primero es la superación de su condición de clase subordinada a otras ideologías, y su elevación a clase con un proyecto para toda la sociedad, aquí surge una pregunta ¿Cuál es el proyecto que pertenece a la clase obrera?

La clase obrera explotada por el capitalismo no puede liberarse de esa explotación sin superarlo, ese es el proyecto de la clase obrera: el Socialismo, única manera de superar al capitalismo. El Socialismo supone la Propiedad Social de los medios de producción administrados por el Estado Nacional. Sólo de esta manera será posible que la sociedad tome control de su economía, eleve la Conciencia del Deber Social, el trabajo sea para el beneficio de todos, de la sociedad toda, sólo de esta manera se liberarán las potencialidades sociales e individuales, dejará de haber explotación, de acuerdo al precepto cristiano, "de cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad". Dar este salto social es la esencia del proyecto de la clase obrera.

La clase obrera, por su existencia, por su manera de ganarse la vida, es la clase llamada a tomar conciencia de la necesidad del Socialismo, a entenderlo, a conducir a la sociedad a esa meta, es decir, a transformarse en clase para sí, en clase motora de la Revolución.

Desgraciadamente no ha sido así, tenemos una clase obrera poderosa en el combate, pero flojita en la dirección de ese combate, las metas se las impone la lógica del capitalismo, o los intereses políticos de otras clases. No ha podido superar el economicismo, el reivindicativismo, esa ha sido la medida de los objetivos de sus batallas, esa es la conducta del grueso de su dirigencia.

No es fácil cambiar la calidad de las luchas obreras, es más cómodo seguir actuando como desde hace siglos, sumido en lo inmediato, guiados por la zanahoria delante. Es más fácil de comprender, por ejemplo, un aumento hoy que compre la tranquilidad del sistema de explotación que entender la lucha por cambiar el sistema.

La clase obrera está en el deber de apoyar con su ejemplo, con su crítica, y con su lealtad al Comandante Chávez que es la posibilidad de la construcción del Socialismo.