sábado, 8 de diciembre de 2012

EL SOCIALISMO: MANDATO DE CRISTO (DS 202)

La grandeza del mandato de Cristo, su "amaos los unos a los otros", va tomando con el paso del tiempo dimensiones vitales, deja de ser una opción moral que se puede o no asumir para convertirse en decisión de la cual depende la vida de la especie. Es así: o nos amamos o perecemos. Veamos.

Las señales de la crisis total que padece la vida son muy claras, la discusión hoy es si ya llegamos al punto de no retorno, si ya hemos lesionado de tal forma a la naturaleza que no hay vuelta atrás, o si aún tenemos posibilidades de enmendar el desajuste.

De todas formas, sea cual sea la respuesta, la conducta de la Humanidad debe ser una sola: ¡es necesario cambiar la relación entre los hombres! En la fraternidad está la respuesta, cumplir el mandato de Cristo, poner al hombre en el centro de los afanes, desplazar al demonio del capital… en resumen, construir el Socialismo.

Para enfrentar la profunda crisis que se avecina, o si somos optimistas, para revertir el daño causado a la naturaleza, es necesario sustituir al capitalismo, este sistema, esa manera egoísta de relacionarnos, la búsqueda del lucro material por sobre cualquier consideración, es la causa de los males a los que nos referimos.

El hombre en el capitalismo, digámoslo de una vez, es un rehén del capital, éste le impone su ley, lo convierte en su instrumento, lo coloniza, lo despoja de su condición humana. Ahora bien, el capitalismo tiene como divisa el lucro, la ganancia por sobre todas las cosas, no repara en la naturaleza, en la vida, en el humano, guiado por esta ley se ha convertido y ha convertido al hombre en una especie suicida, capaz de destruir el planeta que lo alberga.

La crisis que hoy empezamos a padecer, lo que vendrá, sólo podrá ser superado por una humanidad desprendida del capitalismo, unida, de otra manera entraremos en el mundo del sálvese quien pueda, de la antinaturaleza, de la especie devorándose a sí misma.

Desde temprano los hombres sabios vislumbraron la solución para la humanidad que ya estaba alienada, colonizada por la apropiación del trabajo social, y postularon la salida: Volver a ser una sociedad donde todos fuéramos hermanos. Ensayaron esa forma de vivir, nos dejaron la enseñanza de cómo darle base material al "amaos los unos a los otros": ellos ya vivían siguiendo el precepto de "a cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad".

Nuestro reto, así se lo debemos a la especie, es dar el salto hacia el Socialismo, cumplir el mandato de Cristo, construirlo no en siglos, no hay tiempo, es necesario hacerlo con la urgencia del náufrago.

Ya reelegimos a Chávez y con eso mantenemos abierto el camino de la salvación, ahora debemos elegir a los gobernadores de Chávez, los que lo ayuden a seguir avanzando. Debemos ver todas nuestras acciones con la visión de humanidad, la misma que tuvo Cristo, no podemos confinarnos a lo pequeño, de esa forma no resolveremos nada, nos condenaremos a la extinción.

Venezuela es un país petrolero sumergido en una cultura rentista signada por el consumismo y el oropel del norte. No es necesario insistir  en las aberraciones, distorsiones y paradojas que caracterizan a nuestra sociedad, es ilustrativo que aquí un mendigo tiene celular y debajo de los puentes hay directv.  Estas torceduras impregnan a la sociedad,  todo está teñido de rentismo, la política no escapa a esta condición. Siendo así, la pugna por el poder y la conducción de la república, están fuertemente influenciados por el opio petrolero.

El dilema es dramático: No es posible construir una sociedad viable, socialista, desde la cultura rentista, pero al intentar superarla corremos el riesgo de que la población, acostumbrada al clientelismo, al logro individual,  nos dé la espalda.

Es paso previo para una Revolución resolver este dilema, sin eso es impensable el salto. Resolver el dilema es en gran medida la Revolución.

Superar esta condición rentista, individualista, no es un mero asunto político, se trata de prepararnos para las dificultades que se avecinan en el planeta por el desajuste climático y la crisis capitalista. La humanidad enfrentará escasez de alimentos, impactos ecológicos de todo tipo, algunos inéditos, y la única manera de superar las dificultades futuras es haciendo que la sociedad entienda que los grandes problemas sólo se pueden resolver con la participación de todos, en conjunto, y esto sólo lo logra una Sociedad Socialista.                                                                                                                          

¿Cómo hacer la Revolución Cultural, esencia del Socialismo?

Primero debemos estudiar la fisiología de la cultura rentista. ¿Qué somos?  Nos caracterizamos por una laxa relación entre el logro y el esfuerzo necesario para conseguirlo. Hasta la oligarquía prefiere pegarse a la ubre petrolera que explotar, la plusvalía cede el lugar al despojo. Esta condición labró una sociedad acostumbrada a recibir y a no participar en las luchas por conseguir los beneficios. Cien años de oro negro nos convirtió en una sociedad que vive la embriaguez de los precios altos y las miserias de los precios bajos, cual  jugador de ruleta que gana en dos jugadas para derrochar la fortuna en el bar y volver la noche siguiente a buscar de nuevo la suerte. Cuando los precios están altos aplaudimos a los gobernantes, cuando bajan protestamos como adolescentes malcriados.  

Uno de los retos y cambios principales es conseguir que la sociedad participe en la consecución de sus logros y que lo haga de manera colectiva, social. Todo logro debe ir precedido de un esfuerzo, producir una respuesta colectiva.

Por ejemplo, en una capital hay un problema con la basura, el alcalde es tradicional y no resuelve, lo que se debe hacer es quitarle el apoyo al inepto. Hasta allí la respuesta de la política oligarca. Lo correcto, lo revolucionario, es elegir a un gobernante capaz  de resolver lo grande y simultáneamente unir al pueblo alrededor de la solución del problema, desde brigadas de trabajo voluntario, hasta disciplina con los desechos. "Resolver educándonos" sería una buena consigna.