lunes, 3 de julio de 2017

A LA CONSTITUYENTE HAY QUE IR SIN INGENUIDAD

En el marco de la constituyente cabe formular algunas reflexiones sobre el papel que en ella va a jugar la izquierda, y aunque sea un hecho velado, que algunos asumen como un atentado a la unidad del campo revolucionario es necesario asumir que el campo revolucionario tiene al menos dos expresiones ideológicas. Por supuesto, alguien pudiera agregar otros matices ideológicos o políticos que pudiéramos asumir pero en aras del mensaje que queremos transmitir vamos a correr el riesgo de simplificar.
En Venezuela, tal y como ha ocurrido en cualquier proceso revolucionario existen en el campo de la revolución dos tendencias marcadas desde el punto de vista ideológico, pudiéramos decir dos tipos de izquierda: una reformista y una revolucionaria, partidaria de la profundización de los cambios. No cometeremos el error de herir susceptibilidades mencionando nombres, antes comenzaremos por caracterizar estas dos izquierdas, que repetimos, no mencionamos con la intención de dividir el campo revolucionario, el objetivo es esclarecer el rumbo cuando nos disponemos a afrontar el reto de la constituyente.
 Al caracterizar estos dos afluentes ideológicos definiremos en sus múltiples determinaciones las corrientes determinantes en la conducción de las masas, sin que por ello asumamos que las propias masas no participan o están al margen, al contrario, son expresión de las corrientes ideológicas que intentamos desnudar.
 Los reformistas no deberían ofenderse por esta caracterización, no se trata de insultos ni descalificaciones, el reformismo es una corriente histórica, la corriente reformista y la revolucionaria han representado distintas alternativas de acceso al poder. Por ejemplo, durante los sucesos que llevaron al poder hace 100 años a los bolcheviques se encuentran las posiciones reformistas que planteaban adelantar reformas a través del gobierno de Kerensky, fue la consecuencia y coherencia de Lenin y los bolcheviques en profundizar el proceso de cambios que ya había desalojado del poder al Zar lo que permitió el florecimiento de la primera revolución socialista del planeta.
 En Cuba, Fidel llegó a renunciar a la responsabilidad de Primer Ministro, apenas iniciando la revolución ante una multitud que demandó continuara en la conducción del proceso de cambios, la renuncia motivada por las contradicciones con la corriente reformista encabezada por nada menos que el Presidente Urrutia. 
 En Chile, la Unidad Popular que llevó a la Presidencia a Salvador Allende era dirigida por la corriente ideológica reformista, que triunfó y condujo el proceso de cambios los 3 años que estuvo en el poder Allende, sobre el proceso chileno nos detendremos para analizarlo más en profundidad dado que inicia un camino de tránsito al Socialismo por la vía electoral y pacífica, aspecto este que incluso determina que la conducción del gobierno de la Unidad Popular descansara en manos del reformismo ya citado, sin que esto implique descrédito a la figura inmensa de Salvador Allende, hacia el cual no apunta otra cosa que el respeto.
 No hay dudas a estas alturas respecto a que la vía pacífica al Socialismo es factible de asumir, esto justamente es lo que está planteado en Venezuela, sin embargo, es imperativo esclarecer los factores ideológicos que constituyen errores graves de conducción cometidos por las corrientes reformistas antes de plantearnos propuestas concretas para encarar la constituyente. En primer término, el reformismo por su postura laxa es caldo de cultivo para el oportunismo y la conciliación, impide definir rumbos con nitidez, lo cual diluye la figura de los dirigentes del campo revolucionario que asumen estas posturas y diluye políticamente la opción revolucionaria porque le dificultan a las masas distinguir sus intereses de clase en su dirección, y aclaramos, no decimos esto para buscar culpables o dividir, lo que está en juego no es la prosperidad o miseria política de tal o cual burócrata, sino la suerte y el destino del continente, esto lo decimos porque el acercamiento, la conciliación, la tolerancia debe establecerse en primer término con los sectores revolucionarios, incluidos los más críticos. Este aspecto constituye un elemento hasta biológico, dialéctico si se quiere, porque al agotamiento del reformismo sigue el desenlace, el cual deberá contar con el concurso de las corrientes revolucionarias para definir a favor del pueblo la situación, pero para lograrlo corresponde a estas corrientes partidarias de cambios profundos, actuar desde ahora. Lamentablemente la constituyente está siendo asumida de manera ingenua por la dirección del proceso, pero de eso hablaremos más adelante. Lo cierto es que en la misma medida en que la corriente reformista transita la crisis, intentando resolverla con métodos electorales, los partidarios de profundizar la revolución asoman a su destino.

¿Dónde está nuestra ingenuidad?

 Hemos mencionado el proceso chileno porque guarda muchas enseñanzas útiles en estos momentos cruciales de nuestra historia, existen múltiples testimonios y compatriotas chilenos incluso deseosos de acompañar nuestra suerte y que esta no sea la misma de ellos junto a Allende. Uno de estos compatriotas es Manuel Cabieses Donoso, actual Director de la Revista Chilena Punto Final, revista paradigmática de lo que es el periodismo comprometido con las causas justas, Cabieses y Punto Final tienen en su haber el palmarés de haber contribuido con la llegada a Cuba del ya mítico Diario del Che en Bolivia. Luego del golpe de Estado a Salvador Allende, Cabieses fue capturado y encarcelado en el Estadio Nacional y después trasladado al campo de concentración de Chacabuco, sobrevivió con la ayuda de la Revolución Cubana y su diplomacia, vivió en la mayor de las Antillas un tiempo en el que se preparó para regresar clandestino a Chile como dirigente del MIR. Sirvan estos datos como un pequeño esbozo de la consecuencia revolucionaria de quien no la presume, ni necesita mayor presentación. Ahora bien, Manuel Cabieses Donoso concedió una entrevista en 2014 a Juan Jorge Faundes, compilador del libro: Allende, crónica de una tragedia anunciada, en el cual esta entrevista inicia una antología de artículos publicados en la Revista Punto Final entre los años 1970-1973, período en el que se vivió la experiencia del Gobierno de la Unidad Popular en Chile. En la entrevista le preguntan al compatriota Manuel Cabieses:

Juan Jorge Faundes (JJF): Haciendo un resumen, porque ya lo has venido diciendo, ¿cómo crees que la experiencia chilena puede ser útil, después de cuarenta años, a los procesos revolucionarios?

Manuel Cabieses (MC): Me resulta difícil hacer una síntesis, porque hay tantos aspectos. No sólo fue el golpe, también la dictadura militar, la situación actual. Desde el golpe militar hasta el día de hoy hay un corte en la historia chilena que hace un todo, y que lo fundamental de la lucha política, revolucionaria, de liberación, se siga dando. Yo te diría -a riesgo de parecer muy simplista- que la enseñanza principal es que para empeñarse en un proceso de cambio revolucionario hay que perder la ingenuidad. Creo que el talón de Aquiles de la experiencia chilena, y que ojalá no cometan otras experiencias, es que era de una ingenuidad asombrosa, opinión que compartimos todos los que de una u otra manera participamos en ella. Todos pecamos de los mismo, de una ingenuidad que tiene algo de angelical; que está asociada a una bonhomía, a una forma de ser muy bondadosa del ser humano. En este caso, los seres humanos que componíamos la izquierda chilena. Lo diré con una pequeña anécdota. A mi el que me hizo claridad de lo que había pasado en Chile fue un campesino, un dirigente campesino comunista, que estaba preso también en el campo de prisioneros de Chacabuco. Era un tema recurrente, lo es siempre cuando uno está preso, el preguntarse por qué uno está preso. Me acuerdo que íbamos caminando por unas callecitas  polvorientas de Chacabuco, con este dirigente campesino, hablando de política, de por qué estamos aquí, de por qué fuimos derrotados, y este compañero campesino, dirigente de un asentamiento, me dice: “¿Sabe, compañero, por qué nos sacaron la cresta? Porque no teníamos odio”. ¡Porque no teníamos odio! Para mi fue como un deslumbramiento. Había participado en conversaciones mucho más ideologizadas, más políticas, complejas, densas, y en ese momento sentí que este hombre, con una claridad como suele ser el campesino, ponía el dedo en la llaga: la razón última de nuestra derrota era que no teníamos odio, que creíamos en la buena fe de los demás, que no nos atrevíamos a apretarle el cogote a quien había que apretarle el cogote. Creo que esa es la enseñanza principal. Esto se puede rellenar con elementos de análisis político, económico, etc., pero en esencia el problema fue que no teníamos odio.

JJF: Pero, imagino que la enseñanza no es que ahora hay que tener odio. Creo que no se trata de tener odio, sino de tener claridad, decisión y voluntad de hacer las cosas.

MC: Sí, no digo que ahora se trate de matar gente. Sino de ese ingenuo apego a valores que no son los nuestros, que son de la institucionalidad que hemos heredado. Ponernos a ser los mejores defensores de esa institucionalidad es absurdo. Te encajona en un camino sin salida. Mira en Chile como aún hoy se enaltecen los valores “republicanos” y se elogia a figuras de la izquierda porque son perfectos y connotados republicanos. Caer en esa trampa, de creerse el cuento, de creer que esta es la institucionalidad y de que los valores que de ella fluyen son “los valores” que requiere una institucionalidad democrática, real, y por lo tanto revolucionaria según las aspiraciones nuestras, es un absurdo. Es una ingenuidad total. Yo no quiero desmerecer en absoluto la imagen de nadie ni en particular la de Salvador Allende, por quien tengo una gran admiración, pero expresión de esa ingenuidad es que el mismo día del golpe Allende se está preguntando qué será del pobre Augusto, de Pinochet, hasta que se entera de que el pobre Augusto está a la cabeza del golpe. Se pregunta, qué será de él, porque lo consideraba un general leal. Porque se lo había recomendado el propio Prats, de quien era su segundo. También, la ingenuidad de Prats. Son expresiones de lo que quiero decir.

JJF: ¿Cómo no ser ingenuos?

MC: Habría que hacer un Manual (Risas)… Hay algo en la formación nuestra que nos hace ingenuos. Otro ejemplo: la Constitución de Venezuela, que tiene más de 300 artículos, es una muestra excelente de esa ingenuidad. En los comienzos del Gobierno de Chávez, yo le decía al Vicepresidente Rangel que era una constitución demasiado democrática y que le permitiría a la oposición maniobrar de tal forma que le complicaría mucho la vida a Chávez. Y José Vicente, somos muy amigos, me dice, mira, lo que pasa es que esta Constitución es fruto de gente que sufrió persecución, las cárceles, el exilio, el asesinato político, la tortura. El porcentaje mayor de constituyentes está expresado en el espíritu de esa Constitución Bolivariana. ¡Es una constitución de gente buena, buena, que fue perseguida, que querría que jamás aquello volviera a ocurrir! Y esos ideales los expresan en la Constitución. Y sin quererlo se deja la puerta abierta a la contrarrevolución. Es difícil de explicar esto.

 La cita es extensa pero necesaria, ilustrativa de lo que queremos decir para concluir este artículo. De las primeras reuniones realizadas por la Comisión Presidencial con distintos sectores susceptibles de participar en la Constituyente podemos alertar con Cabieses que es necesario abandonar la ingenuidad de creer que la derecha reconocerá las conquistas de la revolución, que recapacitarán y actuarán con la bondad que mueve a los chavistas, no reconocerán nada bueno en la Constitución Bolivariana, a diario lo demuestran: solicitan intervención extranjera, elecciones generales no previstas en la Constitución, acciones insurreccionales y terroristas que retan el poder del Estado, estrangulamiento económico sostenido y minuciosamente conducido, expresiones fascistas en las calles que han cegado la vida de inocentes, y en las redes sociales vuelcan inusitado odio.

¿Cómo superar la ingenuidad, qué plantear en la Constituyente?

  Es vital para el campo revolucionario superar las veleidades, la ingenuidad, la violencia no viene de la revolución pero eso no debe confundirse con el deber y el derecho a defendernos, con la necesidad de responder con virilidad la conjura de la oligarquía transnacionalizada, la población está preparada para la profundización, lo pide en las marchas con sus consignas, es el momento de avanzar en el escenario planteado.
 Debemos tomarle la palabra a la Dirección de la Revolución y definir cuáles son nuestros puntos de honor para garantizar que la Constitución Bolivariana, la de Chávez, no sea distorsionada. Este año justamente se cumplen 10 años de la Nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco, hay que preservar los postulados del Decreto 5200, garantizar la Plena Soberanía Petrolera legado de Chávez que desencadenó golpes y sabotajes. Respecto al sistema económico debemos superar el actual pragmatismo que parece sugerido por la realidad acuciante pero que también es expresión de una ideología extenuada, amamantada por los neoteóricos de la dependencia, es vital crear las condiciones para la planificación integral de la economía, amparada en un sistema de gestión consustancial con el compromiso e intereses de la clase obrera.
 El sistema económico postrentista no implica subsidiar, estimular ni crear un capitalismo bien comportado, normal, no parasitario, implica superar los postulados de un híbrido capital socialista que es más bien el estímulo a las relaciones capitalistas  enmascarando la lucha de clases, no será la sustitución de oligarquías lo que resuelva la crisis ni nos lleve a la paz, llegó la hora de los hornos, es necesario ejercitar el criterio, dejar de lado la ingenuidad, el cálculo reformista y proponer con arreglo a los intereses del pueblo un programa de industrialización desde una poderosa área de propiedad social, para establecer las relaciones de trabajo del socialismo, un sistema de registro del trabajo voluntario y de emulación que incluya a los más altos dirigentes,  detener la política de trasegar la renta petrolera a manos privadas en nombre del desarrollo de las fuerzas productivas. En el país, en la industria petrolera existe la masa crítica de profesionales para acometer la tarea de construir más que una Venezuela post rentista, una Venezuela Socialista. 

¡La Paz se gana con la justicia, y la justicia con el Socialismo!
¡La Economía postrentista es la Economía Socialista!

¡Unidos para defender el legado de Chávez!