lunes, 10 de septiembre de 2012

EL CENTRO DE LA BATALLA: PDVSA


Los tanques pensantes gringos se dieron cuenta que es en PDVSA donde tiene que ocurrir la principal batalla política e ideológica de la Revolución Bolivariana, temprano enfilaron sus baterías contra la industria.

La historia de esta Revolución no puede escribirse sin uno de sus protagonistas principales: PDVSA. Podemos afirmar que la vida de la Revolución gira alrededor del petróleo.

Siempre PDVSA fue un baluarte gringo usado para robarse el petróleo y como garante de la docilidad de la población sometida. En la etapa Revolucionaria, después que los humildes capturan el poder político, la compañía desarrolla activo papel en la disputa del gobierno, en la pretensión restauradora. Es así, la mayor agresión a la Revolución provino de las entrañas petroleras. El triunfo revolucionario en el sabotaje petrolero fue el inicio de una nueva etapa en la historia Venezolana: los humildes tomaron control del principal recurso del país, ahora contaban con fuerza para concretar el sueño de un nuevo mundo.

La petrolera desde ese momento está bajo fuego cruzado: por un lado están las fuerzas externas, las viudas de la meritocracia saboteadora y vendepatria, y en lo interno, la incomprensión de unos y las ideologías nosocialistas de otros. No hay dudas, la petrolera es el territorio de las principales confrontaciones políticas.

Las poderosas fuerzas externas arremeten en dos frentes que se complementan: uno, la brutal campaña mediática, difícilmente se consigue en el mundo una compañía sometida a tal asedio: periódicos, televisoras, radios, discursos, universidades, todos en cayapa contra la compañía, sus directivos y su presidente.

El otro, menos evidente, más sutil, dota a la manipulación mediática de elementos materiales, aquí se inscriben las acciones de boicot, derrames, incendios y, recientemente, no tenemos la menor duda, el fino ataque a la refinería de Amuay. No olvidemos que el mejor ataque es el que no deja huellas, el que simula un accidente. El imperio es maestro en crímenes encubiertos: allí están los magnicidios de Arafat, Allende, Kennedy, Torrijos... casi a medio siglo de distancia aún no sabemos con certeza que pasó. Todavía, a doscientos años, buscamos develar el asesinato del Libertador.

Había que causarle bajas a PDVSA, y vino el ataque encubierto, el accidente simulado, cuya autoría se develará cuando desclasifiquen los documentos del pentágono gringo, los archivos del mossad, o los servicios europeos. Entonces será tarde.

La agresión interna parece menos cruenta, pasa desapercibida, es silenciosa, por eso tiene capacidad de hacer más daño, cuando su efecto se hace evidente ya es tarde para remediarlo. Aparenta ser una inocente lucha de argumentos, pero tiene inmensas repercusiones prácticas: determina el destino de la Revolución.

Es la clase obrera petrolera el principal combatiente en esta batalla. Es la única fuerza capaz de vencer en todos los frentes donde se presente la contienda. Es la clase destinada a construir el futuro. Con Chávez existe esa posibilidad, no la desperdiciemos por la ignorancia o por la mezquindad.

Cuando oímos a un dirigente sindical vociferar que los obreros apoyan a Chávez porque con él han conseguido muchos beneficios materiales, cuando se mide la Revolución sólo por lo material que nos proporciona, nos preocupamos. El apoyo así sustentado alegra en lo inmediato pero también está cavando la sepultura de la Revolución. Veamos.

Es claro que algunos no le darán importancia al asunto, dirán "si nos beneficia ahora qué importa mañana, después ya veremos." A estos los podemos clasificar de oportunistas, y ya sabemos dónde terminan: van directo al trasero de los dominantes. Los albañales de la historia están repletos de proyectos revolucionarios comidos por el oportunismo. El inmediatismo es el camino más corto al patíbulo.

Pero ¿cuál es el problema del oportunismo economicista? Entendido como la búsqueda de la recompensa material por encima de cualquier valor, esta suerte de mercenarismo es voluble, carece de firmeza estratégica, no tiene más ética que el beneficio inmediato: un día recibe a un candidato y al siguiente aplaude al contrario que le ofreció un poquito más. El beneficio material es su divisa, lo demás no cuenta.

De esta manera la combatividad de la clase obrera se reduce a la venta de la fuerza de trabajo. El obrero sigue siendo una mercancía explotada, la lógica capitalista se vigoriza. Así, la indispensable fuerza creadora de la clase obrera se diluye en el espejismo de unos beneficios materiales que no remedian su condición de alienado, de hombre-mercancía, aplastado, condenado a una vida miserable con distracciones opiáceas que mitigan la existencia vacía.

La adhesiones impelidas por la recompensa material crean conciencia de mercenario, nunca la espiritualidad necesaria para construir un nuevo mundo, el Socialismo. Un intento socialista asentado sobre esta frágil base, sin profundidad estratégica, se derrumbará a la primera dificultad.

En la clase obrera ocurre la disputa más importante de la Revolución Bolivariana, allí se pugna por definir su teoría y su práctica, el papel que ella debe cumplir en este momento histórico. En esta disputa existen dos discursos principales: el discurso del economicismo, del énfasis en los beneficios materiales y que éstos sean la medida de todo. Esta posición capitalista se enfrenta al intento de elevar la conciencia de la clase, que asuma su papel histórico y comprenda que sólo podrá liberarse si libera a toda la sociedad del trabajo enajenado, que hace del hombre un ser extraño al producto de su trabajo, que sólo enriquece a unos privilegiados.

El momento es estelar. Debemos alegrarnos, ahora en las reuniones obreras aparece el discurso que llama a la conciencia, la discusión está abierta, el choque sucede. De cómo se resuelva esa batalla depende el rumbo de la Revolución.

El momento es promisorio, vivimos tiempos de definición y, como nunca antes, la idea revolucionaria y la capacidad de concretarla son una posibilidad cierta. Ahora la clase obrera está preparada para que sus combates signifiquen la profundización real del Socialismo.

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