En el
capitalismo se vive la terrible contradicción entre lo urgente y lo trascendente,
entre la inmediatez y el futuro. Con el capitalismo las consecuencias diferentes
al lucro inmediato no existen: el tiempo es medido al ritmo de la circulación
del capital.
Esta alteración
del tiempo, la anulación del futuro, nublado por la ventaja inmediata, es grave
para la especie, para naciones e individuos. Vivimos bajo la compulsión de lo
inmediato, o mejor: caminamos al suicidio llevados de la mano por la coacción del
éxito irreflexivo y súbito. El capital se rige por el lema de aquel economista
que cuando le advirtieron las consecuencias de sus medidas respondió: "no importa, dentro de cien años todos
estaremos muertos".
El
individuo del capitalismo es obligado a sacrificar su vida por el éxito urgente.
Está incapacitado para actuar con visión de futuro, hasta su salud la inmola en
los vapores del presente. Unos, los explotados, llevados por la compulsión del
trabajo para vivir, otros, los explotadores, impelidos por la necesidad de reciclar
sus lucros y triunfar en la competencia salvaje con sus iguales, y los del
medio, por el terror a caer en los niveles de los proletarios y las ansias de
ascender a las alturas de los burgueses que los desprecian.
Los
gobiernos que conducen a las naciones sacrifican todo por la necesidad de
mantenerse. Las medidas que toman no tienen más profundidad que las de las
próximas elecciones, saben que si el pueblo está embriagado votará por ellos. El
pueblo no sabe pesar las consecuencias, se satisface con el bienestar
inmediato. Europa nos ilustra: el Mercado Común fue un éxito, trajo bienestar, pero
los pobres del mundo morían en sus costas y aduanas queriendo entrar en ese
cielo… y hoy se suicidan en las calles incapaces de soportar las penurias que
no percibieron.
Es un
círculo demoníaco que conduce a la humanidad inconsciente al despeñadero. ¿Cómo
evitar la debacle? ¿Cómo salvarnos?
En la
Revolución Bolivariana se escenifica batalla decisiva, aquí se demuestra si el
humano, si la especie, es capaz de romper con la lógica perversa de lo
inmediato, si puede construir un mundo donde las relaciones humanas prefiguren
un mañana esplendoroso, viable, si podemos asegurar la existencia de la vida.
Estamos
en campaña electoral, son tiempos en los que lo mezquino, lo inmediato, somete
a todas las demás consideraciones, sin embargo, surge claro el enfrentamiento
entre el futuro, representado por el Comandante Chávez, y el pasado fascista, suicida,
del candidato oligarca.
El
oligarca, marioneta del capital internacional, dice que no le importa el mundo,
es la esencia del pensamiento capitalista, significa seguir el camino del
suicidio, del asesinato de nuestros hijos y de los nietos de nuestros hijos.
Con
Chávez rescatamos la visión de futuro. Se abre la discusión de cómo organizar a
la sociedad, cuáles serán las necesidades y cómo serán sus satisfacciones,
dónde apoyaremos el buen vivir, si en el consumismo desmedido, o en la
espiritualidad que reconforta.
La
humanidad usa el método de ignorar los grandes peligros para solucionarlos. El
absurdo tiene sus raíces en lo profundo de la psiquis, es como el niño que en
la noche devela los ataques de los monstruos que habitan los closet arropándose
hasta la cabeza. Veamos.
Las
mentes más claras del planeta alertan el peligro que corremos con la voracidad
del capitalismo, lo hacen desde hace años y no pasa nada. Fidel le dedica
varías de sus Reflexiones, grita que ya no hay mucho tiempo. Ahora las
reuniones de los grandes de la economía aceptan la gravedad de la situación, le
ponen fecha cercana a la llegada del punto de no retorno. La causa del mal está
bien definida: el capitalismo.
La
situación es dramática, sin embargo inexplicablemente nos portamos como el
avestruz que frente a la amenaza entierra la cabeza y así, ignorándola,
pretende resolverla.
El
mundo, sumido en enorme crisis causada evidentemente por el capitalismo, busca
soluciones en el capitalismo más salvaje, vamos camino al fascismo. Y no
aparece por ningún lado una opción socialista fuerte, nítida. Países ayer
socialistas, hoy sucumbieron a las ilusiones del capitalismo, y miden su éxito,
no por lo sano de su vida o la felicidad de sus pueblos, sino por el PIB, que
es, en esencia, una medida del consumismo, del despilfarro, de la agresión al
planeta.
¿Por
qué esta falta de respuesta a la crisis profunda? La respuesta debe buscarse en
los mecanismos de defensa del capitalismo.
El
sistema capitalista no es principalmente un fenómeno económico, es sobre todo
una cultura, una psiquis, una espiritualidad, culminación y refinamiento de
milenios de sistemas basados en la apropiación del trabajo ajeno: unos pocos se
apropian de la riqueza producida por todos, las culturas sostienen este inmenso
robo. Es así, en el capitalismo anidan los más fabulosos mecanismos de defensa
tallados en milenios de dominación, los principales de ellos actúan en la
mente, en los corazones, a ese monstruo nos enfrentamos, se enfrenta la
humanidad.
En esa
batalla descomunal nos encontramos. Esa tarea inmensa, decisiva, romper el
cerco mental del capitalismo, es el principal objetivo de la Revolución. Todas
las medidas, económicas, sociales, organizativas, culturales, deben tener ese
azimut.
La
Revolución Bolivariana, una de las poquísimas disonancias en la unanimidad
capitalista mundial, no puede ignorar su fundamental papel en la instauración
de la humanidad viable, posible, y no puede ignorar el peligro que hoy
corremos, el desastre es inminente. Poco tiempo nos queda para revertir la
situación.
El
capitalismo es un virus de todo o nada. No es posible convivencias ni alianzas
con él. En los híbridos la Revolución perece. El Socialismo es o no es. Tal
como no existe media preñez, no existe Socialismo a medias. Debemos ser ejemplo
para el mundo, no uno más en la comparsa capitalista. La humanidad clama por un
Polo Socialista que marque el camino de la sobrevivencia.
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