martes, 7 de agosto de 2012

EL CAMBIO CULTURAL

Recuerda el Comandante Chávez el pasaje de Los Miserables de Víctor Hugo donde un viejo moribundo, veterano de la Revolución Francesa, le confiesa a un obispo: "Derribamos los molinos, pero el viento que los movía aún sigue allí". Es así, las Revoluciones son movimientos contra el viento antes que contra los molinos, eliminado el viento que los mueve los molinos languidecen. El viento es la cultura. Las Revoluciones o son culturales o son sarcasmo.

El cambio cultural sólo es posible si remueve las profundidades, no es tarea que se realice en la superficie, acontece en la raíz, debe ser radical. Cambiar al hombre, ese es el objetivo principal de la Revolución. Y el hombre se cambia en su alma, allá en los acantilados de su psiquis dónde sólo llegan el Arte, la Religión y los grandes líderes, los capaces de convertir a la Revolución en un hecho cultural, en una religión.

La esencia de una sociedad, de una cultura, de una civilización, son sus relaciones sociales: como sean sus relaciones sociales será la sociedad. Si queremos saber la calidad de una sociedad preguntemos por las relaciones de propiedad de los medios creadores de conciencia, también llamados medios de producción, así sabremos cómo es su cultura, su conducta. Si las relaciones de propiedad de los medios de producción son nosociales, con cualquier nombre que aparezca, (esclavitud, feudalismo, capitalismo, neoliberalismo, cuentapropismo, privado, cogestión, control obrero, etc.), necesariamente habrá explotación del hombre por el hombre, habrá mercado y, necesariamente, una cultura basada en el estímulo al egoísmo que sustente, justifique y perpetúe esa explotación. 

Entonces podemos concluir que la superación del capitalismo es una formidable operación cultural, un cambio radical de las relaciones entre los hombres, sustentado en un extremista cambio de las relaciones económicas: se trata de sustituir el egoísmo en las relaciones humanas por la fraternidad, es la reconstrucción de la sociedad que ha sido fragmentada.

La Revolución es la más importante tarea de la humanidad, de ella depende su sobrevivencia, la enorme magnitud de la empresa está en relación directa con las titánicas dificultades que supone. Veamos.

La especie humana es la única capaz de crear cultura, de imaginar y construir lo imaginado. Es también la única especie capaz de crear sus propios verdugos, a sus amos. La historia de la humanidad es la historia de la creación de estos espectros que la dominan.

Desde los inicios somos dominados por fetiches, la humanidad crea entidades en las que deposita sus responsabilidades, el comando de su vida. Hoy el principal de estos fetiches es la cultura del dinero, de la mercancía. La Revolución se enfrenta a un inmenso enemigo, al hombre mismo, al hombre del capitalismo, a la milenaria esclavitud. Se trata entonces de vencerse a sí mismo. Sólo el humano es capaz de plantearse esa batalla, transformarse a sí mismo, sólo el humano es capaz de vencer en ella.

La Revolución, por ser un profundo cambio cultural, tiene que ser radical, sólo así podrá transformar al hombre. Si escoge el camino de la complacencia con la economía, con la cultura capitalista, llegará ineludiblemente a la restauración, será engullida por la cultura capitalista.

La confusión, la falta de nitidez, favorece al pasado que nos habita. Los revolucionarios deben prefigurar la sociedad del futuro, la calidad humana del hombre del Socialismo debe hacerse leyenda.

Todavía retumba en el alma colectiva la decisión de Fidel que, contra todo cálculo material, hizo regresar el Granma para rescatar a un combatiente caído al proceloso mar. Allí nació la Revolución Cubana, en ese instante se hizo colosalmente humana. Las mejores hazañas del amor revolucionario, la solidaridad con el mundo, la epopeya guevariana, el heroísmo de los cinco cubanos secuestrados por el imperio, todo tiene su raíz en ese gesto de amor.

Chávez se yergue líder, establece una fuerte conexión con lo mejor de su pueblo cuando prisionero de despiadados enemigos, que sabe capaces del asesinato, en manos de la incertidumbre, en esa difícil situación reconoce la responsabilidad de una derrota militar y anuncia su disposición de seguir luchando por el bien de los humildes. Con aquel "Por Ahora" se empina la Revolución Bolivariana sobre el egoísmo de su tiempo. Dos palabras que resumen el derrotero del proceso: "entrega con amor a la causa de los humildes." Después, en el ejercicio del poder, el sentido amoroso se afirma en el humanismo con su capacidad de perdón.

Ese es el principal fundamento de la posibilidad revolucionaria, sobre ese sentimiento es realizable el cambio cultural. Esta es una Revolución amorosa, el primer y esencial paso está dado, ahora debemos dotarla de relaciones económicas tales que las relaciones amorosas encuentren en la economía su complemento. No es posible una cultura amorosa en medio de una economía egoísta, capitalista.

La Revolución sólo es posible si es amorosa y radicalmente anticapitalista. Los humildes, la sociedad, necesitan interiorizar con nitidez que el capitalismo no es solución a sus problemas, y que sólo el Socialismo es salida de su vida sórdida, guiada por mercancías y por la incertidumbre de ser víctimas del gran capital, que les ofrece la esclavitud de una existencia miserable, o la miseria de la exclusión.

La confusión debilita a la Revolución, por ejemplo, cuando hablamos del Mercosur como estímulo a los privados, eufemismo de capitalismo, y eso lo mostramos como un logro, hacemos un gran daño a la cultura amorosa revolucionaria. Cuando prestigiamos formas económicas nosociales, estamos desandando el camino hacia el Socialismo, apuntalando la cultura de la mercancía, del egoísmo.

La Revolución debe protegerse con una vigorosa Revolución Cultural que prestigie la relación amorosa y permita que los pasos tácticos no hipotequen el sueño. La realidad demuestra la necesidad de una potente economía de propiedad social no petrolera que sustente la conciencia socialista, al amor. De otra manera iremos al comercio planetario y regional de manos de nuestros verdugos capitalistas.

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