martes, 20 de septiembre de 2011

LOS DIOSES NO SE SUICIDAN

Cuando comió la manzana, en el momento que una fracción de la sociedad se apropió de los medios de producción, el hombre fue expulsado del Paraíso. Desde ese instante su vida es la búsqueda del camino de la redención. Así vive el humano con el desasosiego de ser lobo del hombre, y la ilusión de volver al reino de la fraternidad, de regresar al Paraíso, de tomar el cielo por asalto, ese es el motor de la historia.

La búsqueda del camino de retorno a la tierra del amor, está poblado de teorías y acciones. Larga es la marcha, hermosos los intentos, a veces parece que se tocan las puertas celestiales, y a veces se siente cerca el fuego del infierno. Es difícil desterrar a los dioses que nos gobiernan desde que fuimos expulsados del Edén.

Los intentos, las revoluciones para zafarse de la cultura de la explotación que se instaura con la propiedad no social de los medios de producción, se dividen tradicionalmente y a primera vista en dos grandes grupos: los experimentos pacíficos y los afanes violentos, éstas han sido las vías para la liberación.

La historia es abundante en ejemplos de intentos calificados de violentos, unos triunfantes y otros postergados, podríamos nombrar desde Espartaco hasta las Revoluciones China, Soviética, Vietnamita, Cubana…

En contraste, pocos son los intentos calificados de pacíficos, generalmente son excusas para anidar el extravío reformista, meras falsificaciones socialdemócratas que en época de ebullición engañan al sentimiento liberador.

Si observamos con detenimiento la historia de las Revoluciones, encontraremos que éstas combinan lo pacífico con lo violento, las dos modalidades siempre se alternan, cuando una predomina, la otra no desaparece. Entonces, lo que debemos estudiar es una vía revolucionaria que contiene dos polos.

La Revolución debe prepararse para la guerra contra el capitalismo, enfrentarla como una guerra que tiene dos polos, pacífico-violento. Son dos polos de una contradicción, lo pacífico contiene a lo violento, lo violento a lo pacífico. Así, vemos que los mismos actores del golpe de abril, del asedio a la Embajada Cubana, a la cacería de chavistas, son hoy candidatos "pacíficos" a la presidencia, sin abandonar el polo violento. La contradicción se resuelve hacia la restauración, o consolidando el nuevo sistema. La solución de esta contradicción será siempre un desenlace violento.

Aquí surge un primer nudo teórico ¿Cómo conseguir un cambio de la cultura del egoísmo, de la muerte, por la cultura del amor, de las relaciones fraternas, usando la violencia?

Una acción pacífica o violenta será revolucionaria, tendrá sentido, si contribuye a la sustitución de la cultura del capitalismo, del egoísmo, por la cultura del socialismo, del sentido del deber social, si es una acción de construcción de las relaciones fraternas, si es entendida así por las grandes masas.

La Revolución es pacífica, amorosa por definición, y su acción violenta debe ser siempre respuesta a la agresión de la contrarrevolución, nunca una iniciativa Revolucionaria. La Revolución ejerce la vía pacífica, pero no se hace ilusiones, sabe por la historia que los dioses que nos gobiernan desde la expulsión del Paraíso, no se suicidan, que las clases dominantes no renuncian a su hegemonía, antes, junto a "Mammon", pelean a muerte.

Concluimos que la Revolución tiene etapas pacíficas y etapas violentas, cada una con su propia lógica, sus ventajas y sus desventajas. La Revolución Bolivariana, es un extraordinario laboratorio para estudiar los cambios en el enfrentamiento revolucionario.

El segmento pacífico de la Revolución, que tiene su punto dominante en las elecciones burguesas, está lleno de peligros, tentaciones, seducciones. Es propicio para el florecimiento de oportunismos y extravíos, abundan los desvíos camuflageados de ensayos, de inventos, y llueven los oportunismos.

Se puede asentar que el período entre elecciones es oportuno para el desarrollo revolucionario, y el tiempo electoral es propicio al retroceso. La Revolución debe aprovechar los períodos de no elección para fortalecerse. La contrarrevolución es débil en los momentos de no elección y fuerte en los electorales.

Los períodos electorales los decide la mayoría votante, y los períodos violentos lo decide la mayoría actuante.

Esta sucesión de períodos electorales, cuando la Revolución debe hacer concesiones a la conciencia burguesa, a la cultura de las recompensas materiales, a la lógica de las elecciones mercantiles, estos períodos, producen desgaste en la Revolución, facilitan la tentación reformista, que actúa desde adentro, y simultáneamente son terreno conveniente para la acción del capitalismo externo.

El éxito de las Revoluciones reside en entender la contradicción de los dos polos, la lógica de cada etapa, saber que el enfrentamiento pacífico abre camino al desenlace violento, tener presente que es en el período pacífico, donde se decide la suerte del desenlace violento.

Es así, los dioses expropiadores no se suicidan, acechan para truncar a la Revolución… con violencia.

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