sábado, 14 de abril de 2012

EL PAÍS

Súbitamente se hizo multimillonario acumulando en días inmensa fortuna, tal como se estila en el mundo de la computación. Al principio gastó en lo convencional para un millonario de la nueva era tecnológica: compró yates, casas, una con piscinas y jardines grandes para jugar golf, también adquirió un night club con las "mujeres de moda". Su vestimenta era sencilla, negra como la del presidente de la Apple. Bastaba que pensara en algo para tenerlo, de ahí la abundancia de sus excentricidades: llegó a comprar terrenos en la luna y el primer pasaje para el planeta Plutón. No obstante, como suele suceder con estos ricos, le llegó el aburrimiento: su vida carecía de sentido, tenerlo todo era peor a no tener nada.

La riqueza extrema priva de sentido a la vida, al contrario, la pobreza extrema eleva el instinto de conservación: el hombre regresa a sus habilidades de cazador cavernario, las presas cambian pero la destreza es la misma. La tensión de la caza llena de adrenalina y sentido a su vida, no hay tiempo para el hastío.

El millonario empezó a tratar mal a sus empleados, tenía desgano por todo, nada lo emocionaba. Sus cercanos empezaron a temer por su salud mental. Un día pretendió ir desnudo a una rueda de prensa donde presentaría un nuevo producto de su compañía. Desesperados abrieron un concurso: "Cómo volver el sentido de la vida a un millonario". Se presentaron miles de propuestas y el jurado escogió una: "láncelo a Presidente de la República." A sus cercanos se les presentaba ahora un problema: ¿cómo hacerlo si ellos no sabían de política? Estaba descartado hablar con políticos profesionales, debían evitar sus triquiñuelas.

El millonario se emocionó con la idea, le volvió el alma al cuerpo, hacía años que no lo veían tan alegre, comió, pidió que le llevaran a la alcoba a una dama, se acordaba de su infancia...

Decidieron contratar una compañía de publicidad, eventos y marketing. La tarea era convertir al millonario en Presidente de la República. La compañía de publicidad pasó el presupuesto para cumplir el cometido, era altísimo pero el millonario podía cubrirlo. El plan requería comprar estaciones de televisión, radioemisoras, revistas, espacios en vallas y periódicos. Con esos instrumentos, decían, "podemos hacer cualquier cosa: llevar un hombre a la luna, tumbar un gobierno, o elegir a un presidente".

Comenzó la campaña difundiendo videos falsos que mostraban al millonario jugando deportes populares, a continuación aparecieron encuestas de compañías fantasmas pero con nombres gringos que anunciaban el surgimiento de un "fenómeno electoral". Asomaba ya en las encuestas con altos números. Se hizo un acto en un lujoso hotel de la ciudad para la presentación del programa de gobierno... Pero el millonario no estaba satisfecho, aquello aún era poco, decidió entonces tomar él la dirección de la compañía.

Creó un país mediático, se distrajo componiendo su economía: en el pasado había sido alto productor de petróleo, ahora era exportador de plátanos y diamantes. Los habitantes no eran muchos, al principio le puso tres millones, después resolvió que eran doce, así tenía más facilidad para inventar. Los noticieros de su televisión daban falsas noticias del país mediático que eran repetidas en todo el mundo: "bajó el índice delictivo", "tiene el más alto número en el índice de Crolih, algo que ningún país ha conseguido", "ganó una medalla en la natación mundial", "colabora con el tercer mundo en la construcción de fábricas y la transferencia de tecnología", "opina de la política interna de cualquier país", "certifica y descertifica".

Construyó una oposición que, como es rigor, vestía de blanco y reclamaba libertades, hacía huelgas de hambre y, de cuando en cuando alguno se fugaba y pedía asilo gringo. Estos oposicionistas eran muy solicitados en el mundo entero para eventos y conferencias pagados por banqueros e industriales. Por supuesto, nunca iban, sin embargo, en la prensa mundial aparecían los resúmenes de sus conferencias.

Cuando el mundo ya estaba acostumbrado a la falsedad del país mediático y lo aceptaba sin pensar, apareció la convocatoria a elecciones que serían vigiladas por la comunidad internacional. El norte saludó la medida, siempre es plausible un país que haga elecciones libres. Demás está decir que el millonario ganó por amplio margen. Las cancillerías saludaron la transparencia del proceso.

El millonario había convertido al mundo en una especie de gran juego de video. Desde la cónsola de su potente computadora lo dominaba todo: influía en el curso de las bolsas mundiales, nombraba comisiones de paz, enemistaba a gobernantes, era invitado de honor a cumbres, creaba dioses y condenaba demonios.

Y así siguió la vida en el país mediático. Ahora, los países mediáticos abundan. Se dice en los noticieros que piensan constituir una Asociación Universal aparte, y que toman medidas para separarse de este mundo nuestro que, según ellos, va directo al desastre porque es muy desordenado. En él nada se puede prever... a veces, se resiste al modelado.

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