lunes, 28 de mayo de 2012

EL ÚLTIMO SOCIALISMO

Como el Faro de Alejandría, como una idea arruinada que se extingue en el olvido, como las ruinas de Machu Pichu o las pirámides mayas, la idea y la práctica socialistas se baten con tristeza en el intento de permanecer en el imaginario humano. Son muchos los golpes que ha recibido la esperanza socialista, los peores provienen de las deformaciones, de las emboscadas teóricas, del reformismo. Veamos.

 Un durísimo golpe para la causa socialista significó la caída del mal llamado campo socialista. Después de que en su interior fueron derrotadas las ideas socialistas, terminó siendo un experimento vergonzante de economía egoísta, grupal, es decir, de capitalismo.

La debacle fue endosada al Socialismo y, de esa manera, el impacto negativo fue doble: no se consiguió concretar el Socialismo y, en el supuesto fracaso, su esencia fue deformada, desprestigiada de mil maneras.

Es así, los intentos fallidos, las tergiversaciones del Socialismo, son armas de los capitalistas para mantener su sistema. No se presenta como un fracaso de los reformistas sino del Socialismo, y su naufragio trae el desencanto de la posibilidad revolucionaria. Los fracasos del reformismo son usados para justificar teorías distraccionistas y para desprestigiar la teoría revolucionaria verdadera.

Fue así que este virus reformista fue infestando, no sólo las entrañas de los procesos, sino la esperanza del mundo revolucionario. Diez mil excusas se encontraron para desestimar al Socialismo. En el fondo perdieron la fe y corrieron despavoridos tras fórmulas capitalistas. No hubo vergüenza en cambiar de casaca. Se inventaron excusas, se habló de “transiciones que duran siglos”, de “necesarias convivencias” con el enemigo. Se negó la capacidad del Socialismo para cubrir los anhelos del hombre, se le asesinó.

Se habla con desfachatez de “inversión extranjera controlada”, como si el capitalismo pudiese ser controlado por los hombres que le dieron carácter de Dios. Se dice que “si no se hace el viraje” no se podrán cubrir las necesidades de los pueblos, se olvidan que son necesidades que impulsan la producción de mercancías inútiles que se pagan a un precio criminal: el de conducir a la humanidad hacia su extinción.

Los ingenuos, los de buena fe, pretendieron jugar a domadores de la fiera capitalista y terminaron presenciando con tristeza la creación de un monstruo que arrasó los mejores sueños, de los mejores de la humanidad. Ahora bien, los “vivos”, los infiltrados, los que inventaron excusas para ir al capitalismo, acabaron millonarios, dueños de los medios de producción que alguna vez fueron propiedad de toda la sociedad.

Ahora la especie, el homo sapiens, espera al Último Socialismo, el que pueda indicar el camino para la salvación. Debe tener el coraje de ir a contracorriente, de erguirse sobre las ruinas morales de la humanidad y gritar: ¡"el hombre no es una pasión inútil!" ¡aún podemos sobrevivir!

La vida se hizo pensamiento no para sucumbir, no somos los sepultureros de la vida. Somos capaces de organizarnos de otra manera, pasaremos sobre el capitalismo… nos salvaremos.

Después de la caída de la Unión Soviética, después que se evidencia su captura por los reformistas, la esperanza, la teoría socialista, sufrió el golpe más noble que alguna teoría pudiese soportar. El mundo revolucionario estalló en mil inventos errados, se evadió la responsabilidad de retomar el camino que el humano había perdido en ensayos fallidos, y de recomponer la teoría revolucionaria, devolver la esperanza.

En esas circunstancias arribó la Revolución Bolivariana y asumió el difícil reto de estos tiempos, similar al de Bolívar: romper de raíz con el imperio, construir una nueva visión del humano y sus relaciones.

Inmediatamente el intento socialista, la osadía de un país que volvía a plantear la esperanza, asombró al mundo. La posibilidad se radicalizaba, Chávez se pronunciaba antiimperialista y anticapitalista, se diferenciaba así de los "socialistas" europeos, que cantan en el día la Internacional, asisten a foros sociales y, en la noche, vestidos de lentejuelas y tacones altos, se reúnen con los capitalistas.

El intento fue bombardeado por pseudoteorías revolucionarias. Saben los capitalistas que sólo pueden ser derrotados si primero lo son en las ideas, y allí sembraron la confusión, intentaron impedir que la Revolución consolidase su acervo teórico.

Dirigieron sus dardos al corazón de la teoría revolucionaria, a la Propiedad Social, y a la Conciencia Social. La estrategia les dio resultados con la Unión Soviética, ya el Che lo advertía: usar las armas melladas del capitalismo para construir socialismo lleva al fracaso.

Se sentaron a esperar, como aquel viejo pescador que aguarda que el pez grande se agote después que picó el anzuelo. El viejo conocedor del mar sabe que el pez subirá, bajará, templará el sedal, saltará fuera del agua, pero a la larga él triunfará. Cuando el pez de la Revolución muerde el anzuelo de la propiedad y la conciencia egoístas, ya la historia está escrita: el viejo capitalismo triunfará sobre el pez.

La Revolución necesita zafarse de anzuelos reformistas. La humanidad necesita con urgencia un ejemplo que demuestre que el Socialismo no es una utopía, que puede conquistar la voluntad de los pueblos y ganar elecciones. Que es verdaderamente eficiente porque garantiza la permanencia de la especie.

Tenemos el deber de ser ese ejemplo. La humanidad hoy se encuentra intoxicada de capitalismo, que es unánime, es necesarísimo romper la concertación macabra, el cerco espiritual que nos convierte en una especie forajida, enemiga de la vida. Sólo la construcción de ese ejemplo justifica tanta sangre derramada, tanto esfuerzo de tanta gente, sólo esa construcción rendirá honor a los que desde Bolívar ofrendaron su vida en la batalla por la felicidad de estos pueblos.

No podemos conformarnos con buenos números, reparticiones justas, hacer el mejor gobierno que hayan conocido estas tierras, eso es muy bueno, pero, si nos quedamos en esa meta, sin crear conciencia social y una economía que la sustente, inevitablemente vendrá la restauración, el pueblo de Bolívar volverá a ser engañado. La humanidad perderá una invalorable oportunidad, quizá la última de romper el cerco capitalista.

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